martes, 28 de enero de 2014

La luz que da la nieve

Es mágico cómo cambia la ciudad y los colores cuándo todo está cubierto de nieve.

Desde el viernes pasado lleva nevando de forma intercalada, pero fue el sábado cuando la nieve se quedó con mayor espesor.

Es la segunda vez que nieva estando yo aquí, y parece ser que éste no está siendo un invierno del todo normal. No está haciendo todo el frío que debiera, aunque el sábado no subimos de - 9ºC.

Cuando me desperté el domingo ya sabía que algo raro había fuera, puesto que la luz que entra a la casa es diferente -cómo en un estudio de cine-. Sí, porque es luz desde el cielo y desde el suelo reflejada en la blancura de la nieve... ¡qué bonito!

vista de la catedral
Bonito, aunque también hace la vida cotidiana un poco más difícil. Veo, sobretodo, a las personas mayores desplazarse de forma lentísima, yendo con muchísimo cuidado para no caerse. También desde las primeras horas de la mañana, se oye el ruido de las palas de los vecinos limpiando sus entradas de nieve. Eso es algo que yo banalizaba al principio... bahh... da igual.. total... va a volver a nevar: ¡pues no, ingenua!: la nieve del día, por la noche se convierte en hielo, y a la mañana siguiente se convierte en una pista de patinaje al salir de casa. Y el patinaje artístico, ya sabemos que la mayoría de las veces acaba en "percance". Cómo dicen las abuelas "si es que siempre váis buscando el peligro". Desde ahora, yo también barro la nieve por las mañanas... como una kosicera más...

kit básico invernal: 1.calcetines térmicos, 2.pala quitanieves, 3.gorro de pelo, 4.guantes para smartphone
Los niños sí que disfrutan aquí. Van de un lado para otro a ver dónde pueden encontrar más cantidad de nieve limpia para hacer bolas-munición. Los más pequeños y bebés son los que más me llaman la atención; puesto que sus padres les dejan total libertad para ensuciarse y jugar con la nieve. Y es que, claro, siempre van perfectamente equipados con ropa especial: monos para que ningún jersey se les pueda salir, botas ajustadas, gorro que les cubra bien las orejillas, y guantes. (otro día también explicaré la tradición de dejar a los bebés dormidos en la puerta de las cafeterías mientras sus padres están dentro).


  Respecto al calzado, eso es lo más difícil de acertar; puesto que necesitas que no se moje al ir pisando nieve, pero claro, al entrar a los sitios cerrados, tampoco quieres que se te cuezan los pies. 

Yo los días que voy a estar sólo fuera llevo las katiuskas con unos calcetines térmicos, que son perfectamente impermeables. Y los demás días, para trabajar cuando el trayecto andando es más corto, unas botas normales de piel, de suela espesa para que no traspase el frío.

Mestský park, cerca de la estación de tren
Pero realmente, lo que más me impresiona como-ya-he-dicho-mil-veces-más, es la capacidad de adaptación del "ser humano" a su entorno. La ciudad sigue su vida aunque su color haya cambiado. A veces, da la impresión de que sólo en las zonas cálidas la gente es alegre y está de buen humor. Bien conocidos son los países mediterráneos, los caribeños e incluso los africanos. Pues Kosice está aquí para desmentir eso. Lo digo siempre y no me cansaré de repetirlo: "el cielo está gris, pero la gente de Kosice llena la ciudad de color": siempre en la calle, disfrutando, haga el tiempo que haga. Tomando una "pivo" (cerveza) o un café. O incluso, abriendo su termo de té en cualquier sitio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario